“Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo que no hagáis frente al que os hace mal; al contrario, a quien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, dale también el manto; y al que te exija ir cargado mil pasos, ve con él dos mil. Da a quien te pida, y no vuelvas la espalda al que te pide prestado.
Habéis oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. De este modo seréis dignos hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa merecéis?¿No hacen también eso los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos ¿qué hacéis de más?¿No hacen lo mismo los paganos? Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.” (Mt. 5, 38-48)
El hombre ha sido creado para el amor, y necesita amar, y necesita que le amen, pues de otro modo no puede ser feliz. El hombre, ha dicho un escritor contemporáneo, es semejante al niño en el amor. Mirad lo que sucede con un pequeñuelo; si no se le hace caso, si no se le acaricia, se fastidiará y querrá irse de donde está; y esto mismo sucede con el hombre, niño de corazón; si no se le hace caso, si no se siente amado, entonces es desdichado, no goza, no disfruta. Y aunque sacie su hambre de verdad y de justicia, como no hay justicia ni verdad, sin amor, y como no hay verdadero amor que no encierre la verdad ni la justicia, de aquí que el hombre, mientras no sacie la sed de amor que le devora, no está satisfecho.
Y ¿Cuál es este amor que el hombre debe tener para el hombre? El amor de la caridad; y la caridad es Dios, y el que ama a su semejante con amor de caridad, le ama en Dios, le ama por Dios, le ama para Dios. Y ¿Hay algún amor que pueda compararse con este amor? No, porque el amor de caridad, el amor de Dios, es el más bello de todos los amores. Muy bello es el amor que siente el amigo para con su amigo; muy bello es el amor del hermano para con el hermano; muy bello es el amor del padre para con su hijo; y el del hijo para con su padre; muy bello es el amor de la madre, el más tierno, el más desinteresado de todos los amores; más todos estos amores frágiles, son quebradizos, se rompen se acaban, se desbarata; pero la caridad permanece siempre, no se acaba nunca; y este amor de caridad todo podemos tenerlo. Acaso no podemos ofrecer a nuestros hermanos el pan material, para que sacien su hambre; acaso no podemos tampoco vestir al desnudo; pero amar, todos podemos. ¿Y, qué hay más dulce que la caridad, que el amor?
Pues ya tenéis lo que hemos de hacer mientras caminamos por el desierto de la vida; la gente está hambrienta de verdad; está hambrienta de justicia; están sobre todo, hambrientas de amor; y nosotros a semejanza de Cristo, debemos saciar su hambre, dándoles el pan de la verdad, el pan de la justicia, el pan, sobre todo, de la caridad.
P.II págs 868-871
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